Padre Soltero


Los adultos, en su función de proveedores de atención y cuidadores, tienden a ver el mundo de los niños como feliz y despreocupado. Después de todo, los niños no tienen que trabajar ni que pagar cuentas; entonces, ¿de qué podrían preocuparse?



La familia, un concepto que aún siendo universal, no tiene la misma definición en todas las culturas. Al igual que los diferentes grupos culturales ejercen presión social para que sus miembros adopten conceptos específicos del bien y del mal, así también se condiciona a las personas a interiorizar una definición de familia, que no siempre es la más adecuada para el desarrollo integral de los grupos familiares y de los individuos.

En nuestra cultura, la definición de un grupo familiar tradicional sería padre, madre, hijos e hijas, sin embargo la realidad social de nuestra época muestra que un alto porcentaje de los grupos familiares están constituidos de manera diferente, por ejemplo madres o padres solteros, viudos o separados, que conviven con sus hijos o hijas.

Lo importante no es quiénes conforman el grupo familiar, lo importante es procurar la integración de los miembros y la funcionalidad a la hora de interactuar unos con otros, estableciendo un compromiso más fuerte que las dificultades que se puedan presentar. 

Buena actitud

Los padres y las madres sin cónyuge deben mantener una buena actitud hacia su realidad aceptando las vicisitudes de la vida y forjando su propio destino al lado de sus hijos; el amor debe ser el motor que les facilite un sano desarrollo moral, espiritual e intelectual, forjando así una convivencia placentera y satisfactoria que llene todas las expectativas de la vida familiar, y rompiendo esos viejos esquemas de “familia tradicional” que señala como incompletos a algunos grupos familiares por la ausencia de uno de los cónyuges.

¿Quién puede decir que es una familia completa o incompleta basándose en el número de sus miembros? Las madres y padres que enfrentan la vida solos, con la responsabilidad de criar a sus hijos, deben hacerlo con seguridad en sí mismos, desarrollando la fuerza de voluntad necesaria para salir adelante desde el seno de su hogar; recordando siempre que es precisamente dentro la familia donde se encuentran las relaciones más sólidas y duraderas, y que los lazos que se establecen dentro de ella son para siempre. 


El número de miembros de la familia no menoscaba la funcionalidad de esta, no importa si el núcleo familiar son sólo dos, o son tres o cuatro, lo verdaderamente importante es el amor que haya entre los miembros y el grado de satisfacción que se obtenga del estar juntos, amándose y protegiéndose el uno al otro.

Amor y respeto

Una familia funcional, saludable, es aquella en la que cada uno de sus integrantes puede refugiarse; no es necesario que haya un determinado número de miembros o que encaje con el patrón de “familia tradicional”, lo realmente necesario es que cada uno de los miembros reciba amor y respeto.


Los padres y las madres que son jefes de familia y no cuentan con el apoyo de un cónyuge, tendrán éxito en conformar familias saludables en la medida en que se sientan amados, valiosos y competentes, en estos atributos se debe fundamentar el lazo familiar. Así también, será de gran importancia tener una actitud positiva en todo lo que se haga, manteniendo una rutina regular y saliendo adelante bajo las mismas metas, luchando juntos contra las adversidades y tomando el tiempo necesario para mantener una buena relación con esa persona o personas que conforman la familia. 

Construir una familia es un proceso continuo, y como en todo proceso, deberá ser evaluado periódicamente para reconocer el progreso y mejorar en las áreas débiles. Detenerse un instante en los quehaceres cotidianos, para medir las acciones, actitudes, responsabilidades y compromisos, producirá familias sanas, sin importar el número de miembros que la componen. 


Hay que recordar que lo verdaderamente valioso es el amor, el respeto, la solidaridad, la tolerancia y el grado de comunicación que exista dentro del grupo familiar, sólo a través de estos valores se podrán satisfacer las necesidades físicas y espirituales de cada uno de sus miembros y hacer de la convivencia algo más que compartir un techo, un plato de comida y una conversación superficial.

El número de miembros de la familia no menoscaba la funcionalidad de ésta, no importa si el núcleo familiar son solo dos, tres o cuatro, lo verdaderamente importante es el amor que haya entre los miembros y el grado de satisfacción que se obtenga del estar juntos, amándose y protegiéndose el uno al otro.

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