Se tiende más a hablar del papel de la madre que del padre en la educación y el cuidado de los hijos, pese a que la función paterna no solo es importante sino también imprescindible en la estructuración y el desarrollo psíquico de los niños, así como para el desarrollo de su autonomía y su crecimiento como personas.
También es cierto que los cambios de las últimas épocas han ido transformando los papeles del hombre y la mujer, lo que ha permitido que los padres estén cada vez más comprometidos en la crianza de los hijos.
Pese a ello, ser padre en la actualidad no deja de entrañar un desafío: la figura del progenitor que se encarga del sustento de la familia y encarnaba la autoridad frente a los hijos ha dejado de ser un modelo válido. Con ello el patrón de las generaciones anteriores no sirve ya como referente y los hombres deben ir adaptándose a esa función sin demasiadas pautas que seguir.
De la mamá al papá
El padre es tan vital en la vida del niño como la madre aunque, lógicamente, el primer vínculo importante de apego y fusión se establece con ella, desde la gestación al acto mismo del nacimiento y la crianza de los primeros meses.
Ya durante el embarazo es importante que el padre acompañe en todo momento a la madre, conozca las distintas fases de gestación y responda a sus preocupaciones. Últimamente son más cada vez los hombres que acuden a los cursos de preparación para el parto y quieren estar presentes en el mismo.
Compartir las ilusiones y los contratiempos de la gestación es una primera forma de acercarse a la función paterna; también es un modo de que la la madre vea al padre involucrado, informado y preparado para hacerse cargo de la criatura en igualdad de condiciones que ella.
Dejar que el padre participe en tareas prácticas, como el cambio de pañales, los baños, la alimentación… ayuda al bebé a sentir que no tiene un vínculo exclusivo con la madre y que su padre también forma parte de la estructura familiar.
Cómo fomentar la relación
A algunos padres les cuesta relacionarse con un bebé. Pueden ser útiles los siguientes consejos:
1) La madre debe dejar al padre que actúe a su manera en los cuidados del niño. Puede darle alguna pauta pero nunca descalificarle o tildarlo de torpe.
2) El padre deberá renunciar a parte de su libertad para ponerla a disposición de sus hijos, ya que los niños precisan saber que su padre está disponible para estar con ellos.
3) Momentos especiales. Conviene reservarse algún momento de la semana para realizar alguna actividad solos padres e hijos.
4) Ninguna tarea es responsabilidad exclusiva del padre o la madre. En función del tiempo que se tenga todo puede ser compartido: ir al médico, acompañarlos a la escuela, hablar con los tutores…
Iguales pero diferentes
En detrimento de la idea clásica que abogaba por la existencia de un instinto materno que facilitaría el vínculo y el cuidado de los hijos (lo que generaba un sentimiento de incompetencia paterno, como si los hijos debieran estar solo con la madre), estudios más actuales avalan la idea de que hombres y mujeres tienen competencias parentales similares, solo cambia el modo de ejercer esas capacidades. Además, cuando un padre participa desde el nacimiento en los cuidados de su hijo, se crea un vínculo emocional que facilitará la relación en el futuro.
A VECES EL HOMBRE MÁS POBRE DEJA A SUS HIJOS LA HERENCIA MÁS RICA
Partiendo de que esta tendencia a criar se encuentra tanto en el padre como en la madre, el deseo de sentirse conectado emocionalmente con los hijos es también idéntico, así como la capacidad de detectar las señales de los bebés cuando tienen hambre, sueño o se sienten mal y, por tanto, la posibilidad de responder adecuadamente a estas demandas.
Entre las diferencias se destaca el modo de jugar.
Los padres suelen acompañar a sus hijos en juegos de índole más física y de exploración en general, y no tienden a ser tan sobre protectores, lo que ayuda a los niños a ganar seguridad y confianza.
En lo tocante a la disciplina.
Los padres suelen ser más firmes y a la hora de poner unos límites suelen alejarse de lo emocional y tratar la cuestión de un modo más impersonal.
Por lo tanto, podemos decir que la diferencia de patrones de comportamiento entre el padre y la madre es complementaria en el desarrollo del hijo.
LOS TRES ESTILOS DE PADRE
La forma en que cada padre desempeñará su función paterna varía en base a diferentes cuestiones, entre las que destacan su propia personalidad y la relación que ha tenido con sus propios progenitores. A grandes rasgos, existen 3 estilos fundamentales de paternidad, aunque también es cierto que en según qué momentos o situaciones un padre puede variar de un estilo a otro:
1) Padres autoritarios.
Imponen con autoritarismo la disciplina y los límites, son muy inflexibles en el trato con los hijos y suelen querer moldearlos hacia el estilo de persona que desean que se convierta. La relación tiende a estar basada en premios y castigos, y predomina la razón a los sentimientos. Asimismo, quieren controlar todos los aspectos de la vida de sus hijos, escuelas, amigos, actividades extraescolares, alimentación…
Los niños con este tipo de padres viven más atemorizados y, buscando agradar a su padre. Se convierten en personas inseguras y con baja autoestima; suelen cerrarse en sí mismos y se irritan fácilmente. Cuando el padre es muy despótico, el hijo se refugia en la madre.
2) Padres permisivos.
Encarnan el extremo opuesto al autoritarismo y, probablemente por su inseguridad como padres o por haber sido criados bajo las exigencias de padres autoritarios, suelen ser excesivamente permisivos con sus hijos: apenas ponen normas, exigen poco y casi nunca castigan.
Debido a esa educación los hijos crecen con pocos límites y, más que sentirse controlados por los padres, son ellos quienes acaban controladores. Pueden ser muy inmaduros, sobreprotegidos y con poca tolerancia a la frustración.
3) Padres democráticos!!!
Consideran que sus hijos deben ser educados bajo una serie de normas y valores, y que ellos, junto a la madre, deben ser quienes ejerzan la autoridad pero de forma equitativa y equilibrada. Tienen en cuenta las características personales y las necesidades particulares de sus hijos, preferentemente las emocionales, prestan atención a sus problemas y dialogan con ellos.
Los hijos crecen con mucha más seguridad en sí mismos que los anteriores, ya que se sienten queridos y acompañados por sus padres, a la vez que perciben en ellos un modelo atractivo de comportamiento. Saben que hay unas normas claras que les indican lo que se puede y no es posible hacer y tienden a respetarlas o a aceptar las consecuencias si las transgreden.
Lourdes Mantilla (Psicóloga clínica)
Fuente: Cuerpo y Mente.
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