Vivir en el agua: casas flotantes y en contacto con la naturaleza


Recuperar el contacto con la naturaleza, volver a mirar el cielo, vivir tranquilamente y en armonía, admirar el paisaje que se pierde en las grandes ciudades. Éstas son varias de las razones por las cuales cada vez más personas eligen vivir sobre el agua en el área metropolitana de Buenos Aires.
Desde hace hace ya bastante tiempo hay quienes lo hacen en barcos amarrados en las decenas de puertos del litoral bonaerense. Pero ahora hay otra modalidad: las casas que, en lugar de apoyarse sobre cimientos, flotan.
Poner en valor el recurso acuático, su paisaje y su funcionalidad fue el sueño que tuvo Aníbal Guiser, que creó un proyecto sustentable en Maschwitz, cerca del pueblo Dique Luján. Él es artista y vivió en un barco varios años. Con la creación del Econáutico Hipocampo apuesta a una forma de vida distinta. Hoy desarrolla en un predio de 7 ha un barrio sustentable con casas flotantes.
También en San Fernando hay un ecobarrio amarrado en el Yacht Club Buenos Aires. Allí, Fabián De Martino y Victoria Carrasco viven durante algunos días de la semana. Cuando no se quedan allí, duermen en su departamento de Palermo.
"Yo tenía una casa en el barrio de Agronomía y la vendí hace 27 años para comprar este campo. Con lo mismo que vale un departamento en la Capital podés comprar tu terreno y hacer tu casa acá. La idea siempre fue respetar el ecosistema", explicó Guiser, de Hipocampo.
"Acá, en esta zona de la provincia de Buenos Aires, todos estamos viviendo sobre el agua, es una ficción pensar que porque uno ponga un relleno el humedal desaparece. Por qué no mirar mejor lo que tiene la naturaleza y adaptarse a eso. Éste es el territorio de las aguas y que se respete es la ley de la naturaleza", agrega, antes de explicar que esta idea comenzó hace casi 10 años.
Las casas están construidas con técnicas que respetan el medio ambiente. Las bases son de ferrocemento, una técnica de bioarquitectura para que puedan flotar, consigan estabilidad y el agua no las dañe, evitando los costos de mantenimiento.
A pocos metros, Nahuel Foronda construye su propia casa flotante con maderas certificadas. "En un par de meses me mudo con mi pareja. Elegí este sector para que la casa reciba más luz solar durante el invierno y menos durante el verano. Y elegí vivir en el agua por el concepto que tiene este espacio. Va a tener una huerta orgánica y ofrece lo que yo estaba buscando", cuenta mientras instala la cocina.
Las personas que deciden mudarse a hogares flotantes diseñan los espacios pensados para que no sobre lugar. Las camas, por ejemplo, cuentan con amplias cajoneras debajo y hay importantes placares detrás de las puertas.
"Normalmente la gente que elige vivir en el agua lo hace por un cambio muy drástico o porque se cansó de la vida en tierra", explica Horacio Saboldelli, que es técnico constructor naval, como un maestro mayor de obras, pero en el agua.
Vivió ocho años en un barco y ahora se dedica a inspeccionar y certificar embarcaciones o casas flotantes a pedido de la autoridad de los ríos en la Argentina, que es la Prefectura Naval.
"Hay gente que está navegando por el mundo con su familia y hay otros que generalmente tienen una casa en la ciudad y utilizan la casa flotante para los fines de semana", dice. El año pasado, agrega, la Prefectura actualizó la norma y estas viviendas quedaron catalogadas como "construcción flotante no destinada a navegar".

CASAS CON NOMBRE

La iniciativa del Eco Barrio Flotante en San Fernando surgió cuando De Martino convenció a sus amigos y se puso a construir las casas. Cada uno tiene la suya y hasta las bautizaron. Mientras no las ocupan las alquilan los fines de semana.
"El contacto con el agua es lo más atractivo que tiene este proyecto. Nosotros siempre navegamos y, como tenemos mucha relación con el mundo náutico, se nos ocurrió dar un paso más y construir las casas", dice De Martino, que es diseñador gráfico y que construyó las casas junto con su cuñado.
Además de casas flotantes, la forma más tradicional de vivir en el agua es a bordo de un barco. Adriana Mustoni es instructora náutica y desde hace 22 años elige vivir en su barco, que está amarrado buena parte del año en el Bajo de San Isidro, en el Club Gendarmería.
"Éste es un mundo absolutamente distinto al de la ciudad. Te enseña a vivir con casi nada, a disfrutar de la naturaleza y a encontrarte con vos mismo", cuenta a LA NACION mientras descuelga del guardamancebo la ropa que lavó a mano por la mañana.
"Para los que navegamos es importante aprender a sobrevivir. Cuando hacemos travesías largas lo más importante es cuidar el agua dulce, porque con el agua de mar no te podés bañar, por ejemplo", agrega la instructora, que cruzó el Atlántico y llegó hasta el Cabo de Hornos.
Mustoni cree que hay que derribar un mito: tener una embarcación no es sinónimo de vivir lujosamente. "Para mí navegar es compartir, por eso hago las travesías acompañada. La mayoría de los navegantes tenemos una vida muy austera", asegura.
A pesar de las dimensiones de la embarcación, la instructora se cocina todos los días: "Tengo un anafe cardánico y dos ollas. Con eso me arreglo perfectamente", agrega Mustoni.
Navegar los mares, pasar un fin de semana en pareja, recorrer el Delta o simplemente disfrutar del aire y la vista, algunas de las tantas razones por las que la gente elige vivir sobre el agua

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